Pronto la calle quedó desierta, las luces se encendieron y la mendiga se fue, un tanto asustada. Corriste detrás de ella, para pillarla por sorpresa y darle un abrazo, pero no calculaste bien y resbalaste con la lluvia. Tuviste la suerte de caer sobre un pequeño jardín, y te quedaste ahí tumbado, mirándola. Ella feliz, ella loca, ella bella. Se dio cuenta y fue a donde estabas. Tu esperabas algo más, pero ella...ella te susurro al oído. Te dijo, que lo que realmente le hacía pensar que la vida merecía la pena, eran esos momentos, y toda mojada, corrió hacía el taxi que esperaba al final de la calle.
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